En el largo proceso evolutivo los hemisferios humanos empezaron a dar nombres a las cosas y describir estas cosas a manera de metáforas. Fue así como primero le dio nombres a los objetos reales y luego los intangible y/o irreales. Así el neocórtex hace su imagen del mundo que se encarga de transmitírsela a otros cerebros.
El cerebro creció en la misma proporción para la especialización del aparto fonador -centro verbal motor- para la comprensión de las palabras habladas y el centro verbal- sensor que asigna los símbolos verbales adecuados a los estímulos sensoriales-.
Los aparatos corporales de comunicación existían tal como ocurre hoy con los antropoides, pero en los inicios de la cultura humana ejercieron una decisiva presión evolutiva sobre el aparto fonador, creciendo al mismo tiempo con el cerebro.
Nuestra lengua y el habla permitieron la acumulación del saber y conocimiento y con ello llegó la cultura que fue la condición básica para esa característica espiritual única en el hombre que llamamos conciencia.
“La lengua hablada fue acaso el mayor invento técnico de la materia viviente” escribe el biólogo británico Julián Huxley”.